top of page

¡Vámonos!: Una historia de amor y valentía junto a Tema

  • Foto del escritor: gabrielacordourier
    gabrielacordourier
  • 19 may
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 19 may



ree

Llegó sin que la esperara, blanca como un capullo de algodón, tenía unas orejas grandes, quizá más que su cabeza, que no abarcaba ni siquiera la palma de mi mano. Al caminar, flexionaba elegantemente sus patitas flacas, parecía una señorita de la alta alcurnia. Me pareció curiosa, la miraba correr y saltar de un lado a otro. “Yo no quiero una mascota”, pensé en mi corazón. Recordé a Rigan, el perrito maltés que tuve durante mi niñez y adolescencia, era color miel, con una cola esponjada como de un zorro, ladraba y ladraba todo el tiempo. Yo disfrutaba mucho jugar con él, fue el único perrito que tuvimos. Mi padre lo quería mucho porque siempre que llegaba de trabajar, Rigan lo recibía con saltos jubilosos, meneando como abanico su cola esponjada. Llegó el día en que enfermó, quizá por la edad, quizá porque la enfermedad es parte de la vida, y murió. Me dolió mucho perderlo, así que a partir de ese día decidí que no quería volver a sufrir un dolor igual.


Con Rigan conocí la entrega y amor incondicional que son capaces de dar los animales, desde entonces empecé a sentir curiosidad por conocerlos más, a tal grado que decidí estudiar biología. Entre más conocía sobre las plantas y animales, más agradecida me sentía con ellos. Son seres maravillosos, gracias a los cuales podemos vivir, pero además podemos disfrutar de su belleza. Por ejemplo, las aves no solo trasladan de un lado a otro las semillas, sino también nos alegran con su dulce canto. Los animales de tierra, de mar, los que migran, y hasta los que solo podemos ver a través de un microscopio, entregan su vida para la subsistencia de otros seres vivos; no se quejan, simplemente hacen lo que deben hacer. Cuando uno observa con atención lo que sucede en la naturaleza, entiende la importancia de cuidar el medio ambiente y la relevancia de respetar y preservar a todos los seres que habitan en la Tierra.


Tema, mi perrita algodón, había llegado a mi casa porque su dueña ya no podía cuidar de ella, estaría conmigo un tiempo, y después... no habíamos pensado en ello.


Tema y yo empezamos a conocernos, era imposible no sentir algo por ella. Me miraba con sus ojos negros y saltones como si me conociera de mucho tiempo atrás. Al escuchar ¡vámonos!, saltaba como si la fuera a llevar a la más emocionante aventura. Me encantaba verla ser feliz, con algo tan simple como salir a la calle. Tenía una enfermedad congénita, así que había ocasiones en que estaba desanimada, pero su medicina más efectiva era escuchar: “¡Vámonos!” Esa palabra sanaba todos sus malestares.


Pasaron unas semanas, y aunque me había encariñado con Tema, aún no me decidía a entregarle mi corazón. Un día sucedió algo que cambió nuestras vidas por completo. Un accidente de auto. Afortunadamente, ella no iba conmigo. Me dirigía a mi trabajo, no recuerdo lo que pasó, dicen que di un volantazo por no atropellar a un perro, no lo sé. Desperté días después, perdí la memoria, muchos recuerdos desaparecieron, la mitad de mi cuerpo estaba molido y casi pierdo un ojo.


Estuve varios meses en recuperación. Y durante ese tiempo fue mi perrita algodón quien me acompañó. Me colmó de amor, ternura, y mucha paciencia, pues ya no podía llevarla a pasear como a ella le gustaba.

Ya no había duda, ¡vámonos!, le dije. Vámonos a seguir juntas, a compartir, a cuidarnos, a querernos y alegrarnos la vida. La llevaba a todos lados, estaba tan chiquita que podía meterla en una back pack, incluso cuando no permitían llevar mascotas. Ella ya sabía qué hacer: esconderse en la mochila y guardar silencio hasta nuevo aviso.


Además de regalarme su cariño, me enseñó a ser valiente. A ella no le importaba echarle bronca a cualquier perro, incluso a los que tenían diez veces su tamaño. Y aunque a mí sí me daban miedo, ella sabía que yo la salvaría si se metía en problemas.  


Los animales no hablan, pero expresan mejor que nosotros lo que sienten. Un simple suspiro, o una mirada, te transmite cuánto te quieren y disfrutan tu compañía. Tener una mascota es una bendición, pero deberían venir con una receta mágica para aliviar el dolor de su ausencia cuando deciden marcharse.

¡Vámonos!, grito a veces, pero tristemente, Tema no llega, ni llegará. Jamás volveré a ver su elegante caminar.


[Esta historia me la contó una bióloga a quien se le murió su perrita hace un año y aún la extraña.]

 
 
 

Comentarios


GACO REAL

©2025 por Gaco Real 

bottom of page